sábado, 26 de noviembre de 2016

Los voluntarios españoles lideran la ayuda a los refugiados en Grecia




Se pone el sol y miles de personas en Grecia se dirigen a dormir en una pobre y desgastada tienda de campaña. Apenas alcanza los 10 metros cuadrados. En el mejor de los casos cuenta con dos camas metálicas, dos colchones y una mesa. Con suerte, algunos voluntarios han construido un suelo de madera aglomerada –de la mala– en su interior. En otros casos, no tiene absolutamente nada más que la tela. Tocan a una tienda por familia, independientemente de que sea para un soltero, una pareja sin hijos o un matrimonio con siete críos. No son griegos, ni europeos. Son refugiados de guerra. En su mayoría, procedentes de Siria.
Se les nota el hartazgo en la mirada. Y por si quedan dudas, algunos lo cuentan: "Nos hemos jugado el pellejo para escapar de nuestro país –en ruinas por una funesta guerra que explosionó hace cinco años y ha devastado ciudades como Alepo y Damasco–, hemos pasado por Turquía y desde allí hemos invertido nuestros ahorros en mafias que nos prometieron llevarnos a Europa, donde se suponía que nos esperaba un mundo, una vida mejor. Y nos topamos con Grecia. Nos detiene la Policía y nos mete en campos dejados de la mano de Dios. Para esto me hubiese quedado en Siria".
Llevan meses en Grecia. Muchos de ellos fueron desalojados de Idomeni, el mayor campo de refugiados en Europa, creado improvisadamente por las miles de personas que iban a pie siguiendo la vía del tren por el norte de Grecia, en la frontera con Macedonia. Dicen que llegaron a haber entre 8.000 y 15.000 refugiados en Idomeni.
Poco a poco los han ido recolocando en otros campos. Muchos están en el área de Tesalónica, donde actualmente se congregan centenares de voluntarios españoles movilizados indefinidamente o durante sus vacaciones para tratar de ayudar en lo que sea.
No se encuentran facilidades, precisamente. El gobierno griego es opaco en este sentido y trata de evitar que salgan imágenes a la luz sobre las indignas condiciones de vida que tienen los refugiados. Los miembros de ACNUR y demás ONG allí movilizados tragan con las imposiciones del ministerio de inmigración porque es la única manera de que les dejen hacer sus labores con unos mínimos. "Si queréis ayudar debéis aceptar dos normas: ni fotos, ni favoritismos a ninguna familia", avisan los responsables. 
Los conflictos entre militares y organizaciones están a la orden del día. Es por ello que las restricciones hacia los voluntarios nuevos o independientes son fuertes. Exigen mucha burocracia: solicitudes con más de dos meses de antelación que en muchos casos ni son respondidas.
Elpida y Kalochori, rayos de esperanza
Al final, las masas acaban confluyendo en los grupos que ponen menos trabas. Un ejemplo es la organización Together For Better Days. Después de trabajar en los campos de la isla de Lesbos, dirigieron sus esfuerzos al norte de Tesalónica. Allí lograron la autorización del ministerio griego para arrancar un campamento de refugiados independiente que fue bautizado como Elpida Factory.


Más de 250 voluntarios españoles –amplia mayoría– se sumaron a esta iniciativa, siendo mucho más elevado el número que hay por toda Grecia. Sin embargo, los retrasos en la llegada de refugiados al campamento propiciaron que muchos de estos voluntarios asumiesen un rol independiente y buscasen otros campos en los que prestar ayuda.
Elpida cuenta con un presupuesto aproximado de un millón de euros que proviene de tres actores –Better Days, la fundación Radcliffe y el gobierno griego– y está preparado para acoger a unas 800 personas. Es una fábrica antigua, como ocurre con muchos de los campamentos, cuyos 6.000 metros cuadrados han sido restaurados y acondicionados para recibir a los refugiados en unas condiciones decentes de salubridad. Las habitaciones, con paredes y camas de verdad, están preparadas para acoger solo a familias: las hay para un mínimo de cuatro personas y hasta un total de 14.
Los baños no son de plástico –como en los conciertos, y en la mayoría de campos griegos– y ponen a disposición de las familias tres cocinas comunitarias, un club social para mujeres, una sala de ordenadores, una escuela –hay campos que no tienen– y varias pistas de deporte o un pequeño parque para los más pequeños. Es, como publica el Deutsche Welle, un "rayo de esperanza para los refugiados en el norte de Grecia".
Sin embargo, su capacidad está limitada. Los primeros refugiados que llegaron a Elpida procedían del campo de Lagadikia (con capacidad para 876 personas) –donde un colectivo de voluntarios españoles independientes asumió labores de educación para un grupo de unos 25 adolescentes huérfanos que estaban completamente desatendidos–, cuyas condiciones no eran las mejores. Por el momento, están priorizando el traslado de los más necesitados. 
Hay otras excepciones, contadas, como Kalochori, donde hay apenas 400 refugiados, todos de etnia kurda, y cuentan con la implicación sin reservas de personas como Diane y Giulia, que se desviven por proporcionarles las mejores condiciones posibles. En las instalaciones del viejo SK Market también ha convivido –haciendo noche en la ciudad– un amplio grupo de voluntarios españoles independientes en sintonía con miembros de algunas ONG internacionales como IHA (Intereuropean Human Aid) o Terre des Hommes.
La última acción ha consistido en construir una cocina comunitaria en el pueblo para que puedan ir allí a cocinar lo que quieran y así escapar a los problemas de alimentación que se generan por los repetitivos menús que comen día tras día: pasta, patatas y arroz son los platos habituales, siguiendo una dieta muy alejada de sus costumbres.
Campos conflictivos, problemas alimenticios
Mucho peores son las condiciones del resto de campos en Tesalónica. Los problemas con los alimentos se multiplican, ya que allí no hay nadie que ponga remedio. Además, al ser campos más grandes, coinciden personas de distintas etnias y muchas noches hay conflictos, peleas o navajazos. También en Idomeni se respiraban problemas de este tipo. Así lo reconoce un refugiado de Kalochori: "Al ser kurdos, en Idomeni sufríamos amenazas casi todas las noches, no podíamos dormir tranquilos. Aquí estamos mucho mejor dentro de lo que cabe, pero este no es nuestro sitio".
Los campos más conflictivos de la zona son los de Oreokastro (1.500 refugiados) y Softex (1.200, aunque tiene capacidad para 1.500 personas), donde las peleas son habituales y también el tráfico de distintas sustancias. En estos campamentos hay mercadillos interiores donde se puede comprar tabaco, fogones portátiles o fruta. También es habitual ver un espacio para barbería masculina e, incluso, a jóvenes haciendo masa de pitas. El estado de los edificios, el suelo y las tiendas de campaña militares son deplorables.
Otros campos en la zona que necesitan ayuda urgente –aunque luego pongan trabas para recibirla– son los de Diavata (capacidad para 2.500 personas), Vasilika (1.500), Karamanli (600), Sindos-Frakapor (600), Dervenil (850), Vagiochori (630) y Sinatex (500). Más al norte hay otros dos importantes focos de conflicto a los que han ido a parar, también, buena parte de los desalojados en Idomeni: Nea Kavala (4.200) y Cherso (4.000). 
Al menos, hay 57 campos oficiales
Solo en el área de Tesalónica –donde se han llevado a cabo diversas manifiestaciones bajo el lema No Borders en las últimas semanas– hay 12 campos de refugiados dependientes del gobierno griego y vigilados por su ejército. Sumando alrededores y el resto del norte de Grecia, la cifra aumenta a 22 campos. Esto sin contar proyectos independientes como Elpida o las casas okupa de refugiados, tipo la que se ha organizado en Orfanotrofio.
En Atenas hay muchas más casas okupa con el mismo fin, aunque al no estar autorizadas por el ministerio cuentan con más dificultades para el abastecimiento. En los alrededores de la capital helénica se congregan otros 16 campamentos. A ellos hay que sumar 19 campamentos más distribuidos por el resto del territorio griego, tanto peninsular como las islas.
Estamos hablando de 57 campos oficiales, más los que no lo son y las casas okupa para acoger a más de 500.000 refugiados de guerra e inmigrantes solo en Grecia –hay muchos más en Turquía, El Líbano o Jordania–. La mayoría lleva meses esperando la resolución de su petición sobre el derecho de asilo. Los sirios tienen prioridad sobre otras naciones para poder entrar legalmente en Europa y también los que se acogen a la reunificación familiar. Muchos quieren ir a Alemania, aunque cada vez más empiezan a aceptar que el destino es lo de menos mientras les liberen de esa "prisión" –como llama el joven Mahmad a Orekoastro– y puedan rehacer su vida.
FECHA: 6 de agosto de 2016

Los voluntarios españoles lideran la ayuda a los refugiados en Grecia




Se pone el sol y miles de personas en Grecia se dirigen a dormir en una pobre y desgastada tienda de campaña. Apenas alcanza los 10 metros cuadrados. En el mejor de los casos cuenta con dos camas metálicas, dos colchones y una mesa. Con suerte, algunos voluntarios han construido un suelo de madera aglomerada –de la mala– en su interior. En otros casos, no tiene absolutamente nada más que la tela. Tocan a una tienda por familia, independientemente de que sea para un soltero, una pareja sin hijos o un matrimonio con siete críos. No son griegos, ni europeos. Son refugiados de guerra. En su mayoría, procedentes de Siria.
Se les nota el hartazgo en la mirada. Y por si quedan dudas, algunos lo cuentan: "Nos hemos jugado el pellejo para escapar de nuestro país –en ruinas por una funesta guerra que explosionó hace cinco años y ha devastado ciudades como Alepo y Damasco–, hemos pasado por Turquía y desde allí hemos invertido nuestros ahorros en mafias que nos prometieron llevarnos a Europa, donde se suponía que nos esperaba un mundo, una vida mejor. Y nos topamos con Grecia. Nos detiene la Policía y nos mete en campos dejados de la mano de Dios. Para esto me hubiese quedado en Siria".
Llevan meses en Grecia. Muchos de ellos fueron desalojados de Idomeni, el mayor campo de refugiados en Europa, creado improvisadamente por las miles de personas que iban a pie siguiendo la vía del tren por el norte de Grecia, en la frontera con Macedonia. Dicen que llegaron a haber entre 8.000 y 15.000 refugiados en Idomeni.
Poco a poco los han ido recolocando en otros campos. Muchos están en el área de Tesalónica, donde actualmente se congregan centenares de voluntarios españoles movilizados indefinidamente o durante sus vacaciones para tratar de ayudar en lo que sea.
No se encuentran facilidades, precisamente. El gobierno griego es opaco en este sentido y trata de evitar que salgan imágenes a la luz sobre las indignas condiciones de vida que tienen los refugiados. Los miembros de ACNUR y demás ONG allí movilizados tragan con las imposiciones del ministerio de inmigración porque es la única manera de que les dejen hacer sus labores con unos mínimos. "Si queréis ayudar debéis aceptar dos normas: ni fotos, ni favoritismos a ninguna familia", avisan los responsables. 
Los conflictos entre militares y organizaciones están a la orden del día. Es por ello que las restricciones hacia los voluntarios nuevos o independientes son fuertes. Exigen mucha burocracia: solicitudes con más de dos meses de antelación que en muchos casos ni son respondidas.
Elpida y Kalochori, rayos de esperanza
Al final, las masas acaban confluyendo en los grupos que ponen menos trabas. Un ejemplo es la organización Together For Better Days. Después de trabajar en los campos de la isla de Lesbos, dirigieron sus esfuerzos al norte de Tesalónica. Allí lograron la autorización del ministerio griego para arrancar un campamento de refugiados independiente que fue bautizado como Elpida Factory.


Más de 250 voluntarios españoles –amplia mayoría– se sumaron a esta iniciativa, siendo mucho más elevado el número que hay por toda Grecia. Sin embargo, los retrasos en la llegada de refugiados al campamento propiciaron que muchos de estos voluntarios asumiesen un rol independiente y buscasen otros campos en los que prestar ayuda.
Elpida cuenta con un presupuesto aproximado de un millón de euros que proviene de tres actores –Better Days, la fundación Radcliffe y el gobierno griego– y está preparado para acoger a unas 800 personas. Es una fábrica antigua, como ocurre con muchos de los campamentos, cuyos 6.000 metros cuadrados han sido restaurados y acondicionados para recibir a los refugiados en unas condiciones decentes de salubridad. Las habitaciones, con paredes y camas de verdad, están preparadas para acoger solo a familias: las hay para un mínimo de cuatro personas y hasta un total de 14.
Los baños no son de plástico –como en los conciertos, y en la mayoría de campos griegos– y ponen a disposición de las familias tres cocinas comunitarias, un club social para mujeres, una sala de ordenadores, una escuela –hay campos que no tienen– y varias pistas de deporte o un pequeño parque para los más pequeños. Es, como publica el Deutsche Welle, un "rayo de esperanza para los refugiados en el norte de Grecia".
Sin embargo, su capacidad está limitada. Los primeros refugiados que llegaron a Elpida procedían del campo de Lagadikia (con capacidad para 876 personas) –donde un colectivo de voluntarios españoles independientes asumió labores de educación para un grupo de unos 25 adolescentes huérfanos que estaban completamente desatendidos–, cuyas condiciones no eran las mejores. Por el momento, están priorizando el traslado de los más necesitados. 
Hay otras excepciones, contadas, como Kalochori, donde hay apenas 400 refugiados, todos de etnia kurda, y cuentan con la implicación sin reservas de personas como Diane y Giulia, que se desviven por proporcionarles las mejores condiciones posibles. En las instalaciones del viejo SK Market también ha convivido –haciendo noche en la ciudad– un amplio grupo de voluntarios españoles independientes en sintonía con miembros de algunas ONG internacionales como IHA (Intereuropean Human Aid) o Terre des Hommes.
La última acción ha consistido en construir una cocina comunitaria en el pueblo para que puedan ir allí a cocinar lo que quieran y así escapar a los problemas de alimentación que se generan por los repetitivos menús que comen día tras día: pasta, patatas y arroz son los platos habituales, siguiendo una dieta muy alejada de sus costumbres.
Campos conflictivos, problemas alimenticios
Mucho peores son las condiciones del resto de campos en Tesalónica. Los problemas con los alimentos se multiplican, ya que allí no hay nadie que ponga remedio. Además, al ser campos más grandes, coinciden personas de distintas etnias y muchas noches hay conflictos, peleas o navajazos. También en Idomeni se respiraban problemas de este tipo. Así lo reconoce un refugiado de Kalochori: "Al ser kurdos, en Idomeni sufríamos amenazas casi todas las noches, no podíamos dormir tranquilos. Aquí estamos mucho mejor dentro de lo que cabe, pero este no es nuestro sitio".
Los campos más conflictivos de la zona son los de Oreokastro (1.500 refugiados) y Softex (1.200, aunque tiene capacidad para 1.500 personas), donde las peleas son habituales y también el tráfico de distintas sustancias. En estos campamentos hay mercadillos interiores donde se puede comprar tabaco, fogones portátiles o fruta. También es habitual ver un espacio para barbería masculina e, incluso, a jóvenes haciendo masa de pitas. El estado de los edificios, el suelo y las tiendas de campaña militares son deplorables.
Otros campos en la zona que necesitan ayuda urgente –aunque luego pongan trabas para recibirla– son los de Diavata (capacidad para 2.500 personas), Vasilika (1.500), Karamanli (600), Sindos-Frakapor (600), Dervenil (850), Vagiochori (630) y Sinatex (500). Más al norte hay otros dos importantes focos de conflicto a los que han ido a parar, también, buena parte de los desalojados en Idomeni: Nea Kavala (4.200) y Cherso (4.000). 
Al menos, hay 57 campos oficiales
Solo en el área de Tesalónica –donde se han llevado a cabo diversas manifiestaciones bajo el lema No Borders en las últimas semanas– hay 12 campos de refugiados dependientes del gobierno griego y vigilados por su ejército. Sumando alrededores y el resto del norte de Grecia, la cifra aumenta a 22 campos. Esto sin contar proyectos independientes como Elpida o las casas okupa de refugiados, tipo la que se ha organizado en Orfanotrofio.
En Atenas hay muchas más casas okupa con el mismo fin, aunque al no estar autorizadas por el ministerio cuentan con más dificultades para el abastecimiento. En los alrededores de la capital helénica se congregan otros 16 campamentos. A ellos hay que sumar 19 campamentos más distribuidos por el resto del territorio griego, tanto peninsular como las islas.
Estamos hablando de 57 campos oficiales, más los que no lo son y las casas okupa para acoger a más de 500.000 refugiados de guerra e inmigrantes solo en Grecia –hay muchos más en Turquía, El Líbano o Jordania–. La mayoría lleva meses esperando la resolución de su petición sobre el derecho de asilo. Los sirios tienen prioridad sobre otras naciones para poder entrar legalmente en Europa y también los que se acogen a la reunificación familiar. Muchos quieren ir a Alemania, aunque cada vez más empiezan a aceptar que el destino es lo de menos mientras les liberen de esa "prisión" –como llama el joven Mahmad a Orekoastro– y puedan rehacer su vida.
FECHA: 6 de agosto de 2016

Llegan noticias desde Kalochori

Esta noche hará una semana que me despedí de Kalochori. Apenas hace cuatro días que volví a Barcelona. Es todo demasiado reciente. Pienso mucho en ellos. Hablo cada día con alguno de los voluntarios que siguen allí... Me cuentan que se han torcido las cosas. Han tenido problemas con los militares y les están poniendo restricciones para ayudar en el campamento. No pueden entrar, y si hacen la excepción es estrictamente para realizar una labor concreta. Luego, rápido para fuera. Contacto mínimo con la gente... Seguramente quieren evitar que se difunda la vergüenza de condiciones que tienen que sufrir los refugiados sirios.
Hoy me acuerdo especialmente de los buenos momentos en Kalochori. De los niños. Mateo, Lovan, Hammad, Silva y Lavin son protagonistas durante
mi último día allí. Montamos una buena fiesta. Y, pese a todas sus penurias, se mostraban felices. Han escapado a una guerra de mierda. Están vivos. Luchando por su libertad. Madurando a la fuerza.

FECHA: 28 de julio de 2016

De vuelta a casa: gracias a los refugiados por cómo me habéis tratado en Grecia

Vuelvo con tres camisetas y algunos kilos menos. Con un tajo de cuatro centímetros en el pie derecho. Cargado como una mula y cojeando. Habiendo dormido una hora escasa en un Vueling con turbulencias que salió con una hora de retraso. Sin poder pasar por el control tres botellines de Uozo. Asfixiado de pelearme con griegos --la chica del Rent a Car me quería cobrar un plus por una rayada mínima en el Astra Rojo de alquiler que nos ha llevado a Meteora y el Monte Olimpo; no pudo con mi cabezonería-. Complemente agotado. Vacío.
Pero lleno a la vez de un sinfín de experiencias irrepetibles. De emociones. De bienestar conmigo mismo. De amor para con los demás. Con la sensación de que algo he hecho por alguien, aunque seguramente no mucho. Con la sapiencia de que podría hacer mucho más, pero las circunstancias no son idóneas por ahora... No sé. Ahora mismo solo tengo ganas de dormir.
Me persigue esa extraña sensación de felicidad y tristeza al mismo tiempo. Y con ella doy por finiquitada esta aventura. Hay muchas cosas que se pueden hacer en los campos de refugiados de Grecia, así que si alguno/-a os animáis y creéis que puedo ayudaros en algo, no tenéis más que decirlo.
Desde que empecé mi serie de relatos, me he llevado la grata sorpresa de que me ha contactado mucha gente desconocida. Personas con ganas de ayudar, pero que no sabían cómo empezar. Me han escrito incluso desde Italia. Siempre es lo más difícil dar el primer paso. A mí también me costó, pero os aseguro que luego compensa.
Os mando un abrazo.
PD: próximamente iré subiendo más material que he recogido a lo largo del viaje.

FECHA: 25 de julio de 2016

La crisis griega sube hasta el Olimpo

Y por fin llegamos al Olimpo. Después de subir 2.100 metros Hermes nos esperaba en la puerta. Nos recibió con el morro torcido antes de advertirnos que la situación de los Dioses griegos ya no es tan boyante como antaño. En el Olimpo había cola para dormir y, cómo llegamos por sorpresa, no sabían si iban a poder darnos una nube decente. Nos obligó a quitarnos las botas y nos ofreció sandalias aladas como las suyas. Para ellos equivalen a nuestras zapatillas de andar por casa.
Apolo vino a saludarnos antes de hacer que se pusiera el sol y Dioniso nos cantó el menú que había para cenar. Nos guiñó un ojo sin que Apolo lo viese, dándonos a entender que nos veríamos más tarde.
Queríamos darnos una ducha después de la caminata y cuando nos topamos con Poseidón nos quitó la idea de la cabeza. También el agua escasea en el Olimpo. Solo podíamos usarla para lavarnos las manos y usar los servicios. Ni siquiera nos ofrecieron agua para beber. Esto nos chocó porque en casi cualquier restaurante de Grecia te ponen agua potable para beber sin cobrarte nada y justo antes de subir al Olimpo pudimos llenar nuestras botellas de agua muy fresca. Sin embargo, una vez arriba te la cobran! No me imaginaba que el business también estuviese en boga entre los Dioses griegos.
Hades nos cogió por banda tras ver cómo fue nuestra conversación con su hermano y nos dijo que ni siquiera el infierno es lo que era. "Ahora... ¡toda Grecia se ha convertido en un verdadero infierno!", exclamó. "Y el barquero Caronte está en el paro", zanjó con tristeza.
El semblante de Atenea no era mucho más positivo. Estuvimos hablando sobre la guerra y los refugiados. Nos dijo resignada que en Grecia no estaban siendo bien recibidos. La gente no los quiere porque dice que ya tienen bastante con su penuria como para tener que compartir lo poco que les queda con sirios, afganos y otras etnias que huyen de la guerra. No estábamos de acuerdo. Debatimos. Y tiró de su habitual sabiduría: "Sea como sea, en Europa volverán a hacer lo que quieran con nosotros". Olía a resignación.
Afrodita no era tan bella como se contaba en los mitos y la diosa Hera, en cambio, parecía mucho más terca todavía de lo que habíamos leído previamente. Nos habló sobre la importancia del matrimonio y formar una familia. Yo le dije que me parecían imposiciones sociales y que cada cual haga lo que le dé la gana. Se alarmó cuando le hablé sobre la posibilidad de tener una relación abierta, libre e independiente. No lo entendía, pero yo insistí en que me parecía una buena forma de crear un vínculo de sinceridad real bajo el paraguas de unas pequeñas normas de convivencia. Yago la tranquilizó al asegurar que él ve las cosas de otra manera, pero insistió en la idea de que la sinceridad es lo más importante para crear un vínculo real.
Entonces nos topamos con Zeus, el Dios de Dioses del Olimpo. En presencia nuestra le dio toda la razón a su esposa Hera. En cuanto ella se marchó, dio rienda suelta a su otra versión. Nos detalló un sinfín de infidelidades --las recogidas en la mitología solo son una pequeña muestra-- y recalcó lo importante de no explicarlo: "Ella nunca lo entendería, pero yo no puedo remediarlo. Ojos que no ven, corazón que no siente". "¿Y no te supone una carga moral, no te sientes mal por engañar a alguien a quien quieres?", le inquirí. "No, es una mentira piadosa", sentenció antes de esfumarse.
A todo esto seguíamos sin nube y volvimos a cruzarnos con Dioniso. Yago y yo dábamos por sentado que tomaríamos unas copas de vino juntos y nos pegaríamos una buena fiestecilla. Me caí de culo en cuanto dijo que a las 10 de la noche se apagan todas las luces del Olimpo. "No nos dejan ni jugar a cartas", se lamentó. Nos ha jodío. Y yo que tenía pensado pasar todo el día en el Olimpo... Creo que mañana me voy a la playa.

FECHA: 24 de julio de 2016

Reflexiones sobre la crisis de los refugiados desde Meteora

Estoy sentado frente a la inmensidad de Meteora. No se ve un pijo. Solo las siluetas de las denominadas piedras caídas del cielo, donde resisten seis monasterios que sobrevivieron a las guerras entre griegos, turcos y albaneses o a la Segunda Guerra Mundial. La sensación de calma es total. Ideal después de dos semanas muy intensas en los campamentos de refugiados en Thessaloniki.
Por Kambalaka nos hemos cruzado con vacas por la carretera, zorros y hasta una tortuga. También a un fanático del Barça que se hace llamar el Messi de Meteora y se pasea con una moto tuneada llena de banderas de Catalunya y escudos del Barça. Ahora cantan los grillos y se dejan ver las estrellas mientras Yago conversa con dos franceses que nos acompañan en la etapa final de este viaje: Manu y Céline. Hoy dormiremos en una caravana. Muy tranquilos.
EL CAZA DE SOFTEX
Nada que ver con el impactante ruido que nos hizo sentir el miedo de la guerra por unos segundos en el campamento de Softex. Parecerá una tontería pero cuando escuché el sonido de ese caza militar tan cerca de nosotros, tuve por un instante la sensación de que podían disparar o bombardearnos, de que éramos tremendamente vulnerables, de temores que no conocemos y que ellos han tenido que sufrir decenas de veces en sus carnes. Cuando Sandra y yo nos miramos, sentimos absolutamente lo mismo.
Dicen que Softex es uno de los campos más peligrosos. Viven unos 1.200 refugiados, la mayoría sirios, pero también muchos algerianos. Dentro del campamento hay mucho contrabando, peleas entre distintas etnias por las noches... Aunque también te encuentras a un chaval de 17 años haciendo tortillas árabes con una destreza que asombra. Otro chico, a caballo entre Softex y Kalahori, nos insistió en que para vivir como lo hace en Grecia no se hubiese jugado la vida escapando de su país.
DESPUÉS DE IDOMENI
Después de Softex fuimos a Sindos-Karamanli, un campamento más pequeño y sencillo. El ambiente es mucho más tranquilo, y allí aprovechamos para poner en contacto a distintos voluntarios que, o bien necesitaban ayuda, o bien querían ayudar y no sabían cómo. La situación allí es muy similar a lo que se vive en nuestro ya querido Kalochori, donde la mayoría de familias son kurdas y, aunque infelices, viven en armonía.
Casi todos los campamentos que hemos visitado estos días han sido el punto de destino para reubicar a los refugiados que fueron desalojados del gran Idomeni. Allí llegaron a ser más de 8.000 personas. Los kurdos afirman que en Idomeni se sentían mucho más inseguros, que a menudo tenían problemas con los afganos. Ya no.
En Kalochori también hay broncas y peleas entre niños que no se andan con tonterías. Se necesitan horas urgentes de educación, pero la mayoría desprenden bondad y unas ganas enormes por cambiar de vida para poner fin a la etapa de guerra y caos que asola a Syria.
HASTA PRONTO KALOCHORI
Ayer, en mi despedida, compartí un momento fantástico con un padre y sus dos hijos adolescentes. Tocaban el tambor kurdo, que es una especie de banjo que suena a árabe. Cantaron y tallaron figuritas de madera creando una atmósfera mágica.
La madre de Fellek, Brahim y sus otras dos hermanas me cosió el agujero de la mochila que desde hacía días me provocaba ir perdiendo las cosas. Además, como suelen allí, me invitaron a un té delicioso. Lo hacen mucho mejor que en España.


Fui testigo de cómo Rasheed deslumbraba con sus dotes de carpintería terminando la estructura de la escuela con una puerta maravillosa. Luego me lo encontré sentado, solo, tallando con la cortadora un corazón gigante de madera. Quería colgarlo en una zona pública del campamento.
Jugamos el último partido de baloncesto (para mí, aunque tengo fe en que ellos seguirán echándole horas... Algunos han mejorado muy rápido) con ese aro que se cae a pedazos y nos echamos unas buenas risas. Sobre todo con Abdallah, que más tarde me invitó a una cerveza.
Luego llegaron los abrazos. El de Giulia, la voluntaria más líder y curranta que he conocido, interrumpiendo la pachanga para saltar encima mío llorando a moco tendido... Joder, es la tía más dura y a la vez una llorona súper sensible.
También hubo muchos besos. Especialmente con algunos pequeños a los que les he cogido muchísimo cariño: Lovan y sus hermanos (Lavin, Darvin y Delovan), Hammad, Mateo (así le llamo yo, es muy gracioso), Ajín, Silva, Ahmed... No tenía gran cosa para darles, así que les regalé unas camisetas mías que les van de pijama como agradecimiento. Sus madres me dijeron que las usarían ellas.
LA FIESTA
Pero lo mejor estaba por llegar. De repente sacaron la música y arrancó una fiesta improvisada. Sin darme cuenta estábamos todos en el patio del SK Market bailando ritmos árabes como si no hubiese un mañana (tengo documentos gráficos que lo acreditan, pero deben ser supervisados). Era fascinante ver cómo todos esos refugiados se olvidaban por un momento de sus muchos problemas y se desmelenaban al unísono sin importar la edad, el sexo ni la condición.


Y es que la vida sigue. No es fácil, pero tienen que tener paciencia mientras por otras vías se busca la forma de apretar las tuercas a los gobiernos para que agilicen los trámites. Como, por ejemplo, con la manifestación de No Borders, a la que no asistí, pero me consta hubo representación de muchísimos refugiados y voluntarios en contra de las fronteras. Me dicen que eran unos 5.000.
Inciso: Yago me presiona para que acabe. Debe de volver a tener hambre ;)
El caso es que han sido dos semanas súper intensas, emotivas, repletas de personas espectaculares... Hemos podido ayudar en un proyecto y hemos cumplido el objetivo de construir los suelos de 27 tiendas y otros apaños varios. El dedo azaroso de Saulo nos marcó el camino. Y de qué manera.
La experiencia ha superado con creces las expectativas. Y lo mejor de todo es que aún no se ha terminado... Bona nit!

FECHA: 23 de julio de 2016

Hasta siempre Kalochori

Hoy es un día especial. Nunca me había sentido tan cerca de los refugiados, tan parte de ellos. Me han dado su amor, me han hecho sentir de la familia. Un kurdo más. Por un momento he tenido miedo también. Piel de gallina durante la visita a Softex. Sandra, que en los últimos días se ha convertido en protagonista inesperada de la aventura, puede dar fe de cómo se nos ha estremecido todo el cuerpo cuando un caza militar ha pasado a ras del campamento. Es un día triste, aunque precioso, y merece ser narrado con más detenimiento. Lo haré.
No son fáciles las despedidas y la de hoy no iba a ser la excepción que confirmase la regla. He dicho adiós a la gente de Kalochori y no se me han saltado las lágrimas de milagro. A lo largo de estas dos semanas se ha creado un pequeño vínculo. De esos imperecederos.
También estoy triste porque hoy es un día muy especial. Mi abuelo cumple 90 años y no podré estar con él para celebrarlo. El dilema sobre la fecha de vuelta me ha acompañado a lo largo de todo este viaje... Ha sido una decisión difícil. También es el cumpleaños de mi hermana. Me da pena no poder estar hoy contigo, enana. Tengo ganas de veros.
Espero que la ruta que arrancamos mañana valga la pena. Una amiga me recomendó visitar Meteora (buscadlo por Google si no lo conocéis) y tengo depositadas unas extrañas esperanzas. Desde allí espero estar más inspirado para contar lo que ha ido pasando estos últimos días...


FECHA: 22 de julio de 2016

jueves, 8 de septiembre de 2016

Ayudan a los refugiados y salvan un intento de estafa en Grecia

Nos acaban de intentar estafar. La propietaria del AirBnb donde estamos viviendo en Tesalónica se ha presentado aquí con sus dos hijas mientras no estábamos y han ocasionado desperfectos (bastante absurdos, por cierto) en la casa. Luego han vuelto, estando ya aquí los que compartimos piso, y nos han dicho que mañana tenemos que irnos.
Sergio, el inquilino a cuyo nombre está el alquiler, pagó hasta el 25 de julio. Dicen que, o bien no nos devuelven los 210€ anticipados (¿estamos locos?) o que tenemos que pagar el coste de arreglar el toldo, viejo y gastado, que supuestamente hemos estropeado. Locos de remate, vamos.
Evidentemente, me niego a cualquiera de sus dos soluciones. Si quieren que nos vayamos nos podemos ir sin problema, siempre y cuando devuelvan el dinero y se olviden de ese triste toldo.
Estamos en Grecia y no sabemos cómo puede salir la cosa, pero yo he propuesto llamar a la Policia y denunciarlo. Es una situación absurda. Su palabra contra la nuestra. Y la conclusión es que se trata de una señora con muy mala folla que quiere un toldo nuevo a costa de los supuestos turistas españoles de turno. Podemos ser turistas pero no tontos.
Desgraciadamente estas prácticas ocurren más a menudo de lo que deberían y, por ello, escribo este post. Para denunciarlo primero desde aquí. Mañana, a la Policia si Sergio se decide a tirar p'alante.
PD: retomando la aventura de los refugiados, ya casi hemos acabado los 25 suelos de las tiendas exteriores. Hoy he empezado con las clases de basket. Ha sido un caos. Pero divertido. Poco a poco... Y tristemente me he despedido de los que han sido como mis hermanitos canarios durante esta semana y media, Saulo y Víctor. Ha sido un auténtico placer, chicos, a pesar del lío de las llaves 
Ya veis que por aquí no hay ni un solo día tranquilo! Eso sí, ahora a descansar como angelitos. Porque la paz y la tranquilidad que tengo conmigo mismo al dormir, eso sí que no me lo quita ni Cristo.

FECHA: 19 de julio de 2016

Resaca de sangría casera en Thessaloniki


Tengo resaca de sangría casera. Preparada con vino barato griego y fanta de limón. Macerada con manzana, melocotón y naranja. Aliñada con Uozo, un licor griego cuyo nombre nunca había escuchado y que tiene un sabor que te mueres a anís. Seguramente ese es el motivo de que siga tirado en la cama, acalorado. Entre reflexivo y nostálgico. Atontado. Acabo de tener una idea.
Resulta que ayer se torcieron los planes. Toda la parrafada que solté se hizo añicos. Decidí poner punto y final al proyecto en el Elpida Factory y centrarme en Kalochori. Ya por la tarde, después de haber montado varios suelos para las tiendas, estrenamos una cosa maravillosa en un campo de refugiados: una canasta de baloncesto.
Montamos un triangular de cinco contra cinco. Tres equipos compuestos de refugiados y voluntarios mezclados. Con las normas de la calle, del todo vale. Me lo pasé como un niño chico. Tanto, que cuando mis compañeros decidieron marcharse les pedí que no me esperasen. Quise seguir jugando con ellos. Tenía mono.
Se me ha ocurrido que sería bonito montar un 'taller' de Basket por las tardes. Enseñarles cuatro cosas básicas como botar, la mecánica de lanzamiento, hacer entradas... y echar un partidito al acabar. Necesitaré conos. Ni la canasta ni la pelota son la hostia, pero para ellos es un regalo caído del cielo.
Cortesía de Diane, que ayer me hizo una rotunda manifestación: "Me quedaré aquí hasta que se me acabe el dinero". A raíz de la llegada de un voluntario que se llama Pablo he aprovechado para ponerme en contacto con la ONG catalana Esport Solidari Internacional (ESI), buenos amigos, para animarles a que envíen material deportivo.
No me quedan muchos días por aquí. Pero sigo sorprendido por la cantidad de españoles y voluntarios en general que corren por las calles de Thessaloniki ayudando desinteresadamente. Una de las acciones más emocionantes la están llevando a cabo unos compañeros en Lagadikia. Pilar, Alfonso, Diana, Lucía, Itahisa, César, Laia, Paula e Inés educan y animan a un grupo de unos 25 adolescentes huérfanos que estaban dejados de la mano de dios en ese campamento.
Se necesita más ayuda. Ayer conocí a Teresa, miembro de una organización en el campamento de Sendos Karamanli. Nos vino a saludar mientras montábamos suelos en Kalochori. Me dijo que había escuchado como un grupo de voluntarios españoles independientes estaban ayudando en la construcción del campamento. Me pidió que pasásemos también por su campamento a echarles una mano.
Es curioso porque al principio nos echaban de los campos, o teníamos que saltar muros para entrar. Luego conseguimos que nos aceptasen en uno bajo el cumplimiento de normas y pese a la oposición inicial militar. Ahora nos vienen a buscar.
Llevamos una semana sin parar, y está siendo un placer compartir esta experiencia con personas tan de puta madre como Yago, Saulo, Víctor, Sergio (inmerso en la grabación de un documental que será fantástico), Irene, Julia, Joana, Céline, Athenea, las Marías, Urko, Juan, Guillermo, Marcel, Sandra, Giulia, Víctor francés, Walter, Louise, los otros compañeros antes citados, y tanta otra gente con la que hemos vivido, trabajado y sufrido.
Si tenéis ganas de ayudar, terminaréis siendo bien recibidos. Aquí y en cualquier otro punto del mapa mundi. No es sólo lo que vais a dar, sino todo lo que os vais a llevar.

FECHA:17 de julio de 2016

martes, 6 de septiembre de 2016

Calor sofocante en Kalochori



Estamos casi a 40 grados. Anteayer, una mujer se desmayaba en el autobús. No paro de beber agua. Fría, muy fría, por favor. Saqueo los supermercados en busca de las botellas más heladas. Y, perdonad por lo explícito del asunto, pero no voy mucho al baño. Lo sudo todo. Hoy será diferente.
Me he independizado del grupo por un día. Me quedo solo con mi amigo Bukowski, que siempre tiene algo que contar. La horrible conexión de bus me ha hecho renunciar a Kalochori por hoy. Desde allí tengo como dos horas hasta el campamento de Elpida, donde esta tarde hacen la formación para la recepción de los refugiados que, supuestamente, llegan mañana. Algo me dice que no llegarán... Espero estar equivocado ya que, como os conté hace unos días, en la Factory tienen las mejores instalaciones.
Durante estos últimos dos días nos hemos asentado. Se acabó la búsqueda de nuevos proyectos para tratar de compatibilizar los dos en los que nos sentimos más necesarios.
Hemos construido muchos suelos para las tiendas de Kalochori, hemos cortado maderas, hemos arreglado las chapuzas de algunos refugiados, hemos hecho bancos con palés para la escuela. Lo que más me gusta de allí es el clima pacífico que se vive entre los refugiados, la mayoría venidos desde el gran Idomeni. Al ser un campo pequeño, donde viven 400 personas, es algo más fácil tenerlo controlado. Pero es increíble el trabajo que hacen Diane y Giulia.
Entre los refugiados hay un poco de todo. El hombre es el lobo del hombre. Cada uno mira por sí mismo. Forma parte de nuestra maleducada naturaleza. Que si me puedo alargar un poco más la tienda que el vecino, que si me llevo dos palés de más sin avisar a nadie, que si os quito las herramientas para seguir mejorando mi tienda mientras muchas otras aún no tienen suelo... Hay que estar al loro. No quieren quedarse allí, pero mientras no les quede más remedio, pelearán por ser los más cool del lugar.
En Elpida hemos hecho tareas de limpieza y hemos montado las camas para los refugiados que deberían llegar este domingo. Es una pasada pensar que tendrán sus propias habitaciones separadas por paredes de verdad, que tendrán camas de verdad y no colchones en tiendas de campaña. En cambio, lo que menos me gusta de allí es que se notan demasiado las jerarquías. Ello ha propiciado que algunos compañeros abandonen el proyecto. Al fin y al cabo, todos somos voluntarios. Mandes más o mandes menos, tienes que arremangarte.
Mientras tanto, el mundo sigue cada día un poco más loco. Los atentados de Niza, despreciables, no ayudan a que las fronteras europeas se abran para los refugiados de guerra. Y en Turquía hay intento de golpe de Estado. Al parecer, frustrado. Han bloqueado el acceso a las redes sociales del país. Las tropas militares griegas están en alerta.
Y yo... Me pregunto demasiadas cosas.
Llevo solo una semana aquí.
Todavía no tengo vuelo de vuelta.
¿Qué hago?

FECHA: 16 de julio de 2016

Y saltamos el muro de Oreokastro


KALOCHORI
Estamos en el autobús camino al campamento de Kalochori. El primero con refugiados que nos ha acogido con los brazos abiertos. La responsable, Diane, nos enamoró desde el primer momento. Se saltó las directrices de los militares sin levantar la voz, con el mero uso de la lógica: "Son muchos voluntarios y los necesitamos. Los acojo en el campamento bajo mi responsabilidad".
Esto ocurrió el miércoles. Después dimos nuestra documentación a uno de los policías que nos desalojaron del campo de Diavata. Vestido de paisano, con barba de dos semanas, pelo largo y un pendiente colgando de su oreja izquierda, el agente me miró a los ojos: "I remember you". "Me too", le contesté.
En Kalochori nos dividieron entre chicos y chicas a los 11 voluntarios. Ellas se encargaron de los niños, cantando, enseñándoles inglés, divirtiéndose. Nosotros nos encargamos de la construcción del suelo de madera de varias tiendas del campamento. Hasta ahora dormían sobre cemento en un viejo Super Market abandonado.
Fue una casualidad llegar a Kalochori. Un cúmulo de decisiones azarosas nos llevaron hasta allí. Mi compañero Saulo (combina el personajismo canario con un acentuado sentido de la solidaridad y la defensa legal de los más desfavorecidos) tuvo buena culpa de ello. Él decidió poner el nombre de Kalochori en el mapa a pesar de que habíamos hablado de otras dos opciones: Sendos Karamanli y Softex.
LA VAN
Otra de las casualidades que nos llevó a Kalochori ocurrió el martes por la noche. Tras un largo y laborioso día, volvimos a Elpida Factory (el campamento con el que nos comprometimos de inicio pero que aún no tiene refugiados) y a la hora de volver a casa nos metimos unas 15 personas en la furgo oficial. La chófer se negó a asumir esa responsabilidad y yo me ofrecí voluntario para llevar la van. Tenía mono de conducir por las locas calles griegas. Lo reconozco.
Descargamos a todo el mundo y convencimos a Kai de que nos dejase la furgoneta. La devolveríamos el miércoles a las 5 de la tarde. Nos fuimos a tomar unas cervezas al puerto de Thessaloniki, después llevamos a los voluntarios a sus respectivas casas y, con el poder de la van en nuestras manos, Yago, Saulo y los dos Víctors (el otro compañero de piso canario, además de ser un tipo de puta madre, es mi tocayo) nos fuimos de turisteo.
Con la van arriba y abajo, decidimos ir a conocer el castillo de Thessaloniki en plena noche. En un extremo de la muralla, sentados con cerveza y tabaco, conocimos a Vassilis y Vicky, dos jóvenes griegos desgastados por la crisis de su país que nos dieron conversación por una hora de tiempo. "Fui anarquista, fui comunista, pero ya no creo en ello. No puedo compartir cuando ni siquiera tengo para mí. Está bien que ayudéis a los refugiados, pero nosotros también necesitamos ayuda", dijo Vassilis después de criticar a los 'iluminatti' de izquierdas y encender un debate político que terminó a las cuatro de la mañana.
PULPOS COLGANTES
Todo esto ocurrió durante largas jornadas de trabajo y aventura. El martes por la mañana estuvimos ayudando en un almacén cerca de Ikea. Allí participamos en la distribución de miles y miles de prendas de ropa que envían desde fuera de Grecia para los refugiados. Las colocábamos en cajas en función de si eran de verano o invierno, niño o adulto, mujer u hombre, parte de arriba, pantalón o ropa interior... No fue tan gratificante como estar con los refugiados, pero es una labor muy necesaria.
Después del trabajo de almacenaje, pasadas las 16h y sin comer, me fijé en un local a lo lejos con un salvavidas colgando. Era un restaurante pequeño a pie de playa, junto a un taller y dos enormes barcos. Nos acercamos a comer y nos sorprendió ver cómo tenían siete tentáculos de pulpo tendidos al sol, como si fuesen calcetines! Nos pegamos una buena comilona mediterránea: ensaladas, calamares tipo andaluza, mejillones al vapor y pulpo seco, como le llamaban. Nos costó todo 9€ por cabeza y nos invitaron a postres (yogur griego casero tremendo) y agua. El dueño, que no tenía ni papa de inglés, me dio una colleja cariñosa después de decirle lo buenos que estaban los calamares.
EL MURO DE OREOKASTRO
No menos loco fue el lunes. Empezamos el día fuerte, camino de Oreokastro, un campo de 1.500 refugiados. Tuvimos que colarnos por un muro lateral, saltándolo, porque ya nos avisaron de que los militares no nos dejarían acceder. Los refugiados, en cambio, lo agradecían. Conocimos a una mujer de 80 años en silla de ruedas a la que Saulo le ha tramitado los papeles para pedir el asilo y poder ir a Alemania cuanto antes, a reunirse con su hijo, que ya tiene permiso de trabajo allí. También estuvimos con una familia tan humilde cuanto encantadora. Siete niños: seis hijas y un hijo. Nurr (11), Marua (9), Svet (8), Istra (6), Rahad (4), Diane (3) y el bebé, cuyo nombre no recuerdo. Me llamó la atención que las tres pequeñas llevaban el pelo corto y rizado, de tal forma que durante un buen rato pensé que eran niños.
También conocí a un chico de 22 años, con varias heridas en el brazo fruto de la guerra. Quería un informe médico para pedir una discapacidad y poder acelerar su marcha y la de su madre. Su padre y su otro hermano murieron en Syria. En su caso, y a pesar del enorme clavo que tiene en el hombro, es difícil que aceleren su marcha.
VIN DIESEL
Al salir del salvaje Oreokastro (la mayoría vienen de Idomeni, hay peleas de diferentes etnias por las noches, tráfico de distintos productos y sustancias o pintadas políticas) nos unimos a nuestro equipo de juristas: Saulo y las Marías. Nos vino a recoger un supuesto abogado que resultó ser ingeniero. Tenía un asombroso parecido a Vin Diesel, pero no en la versión 'A todo gas', sino más bien en la de 'Un canguro superduro'. Fuimos seis personas en su menudo Fiat Panda. Y nos echamos unas buenas y necesarias risas.
Estuvimos dos horas con él y nos trajo información legal para repartir entre los refugiados. Comimos gofres y jugamos al Uno, esperando a su equipo de colaboradores. Pero nunca se presentaron. Como contraprestación por el tiempo 'perdido' nos llevó a visitar la casa anarquista de Orfanotrofio, también habitada por refugiados. Allí conocimos a más catalanes... Somos una plaga! La pena fue que no nos dejaron sacar fotografías.
PATATAS CONTRA CEBOLLAS
Vin Diesel nos llevó a casa y le mostramos la cantidad de refugiados que hay por nuestro barrio. Justo esa mañana hubo un desalojo por parte de la policía.
Compramos huevos, cebollas y patatas en un pequeño Market e hicimos un concurso de tortillas en el piso. Fantástica cena con birras fresquitas en la terraza. Termino ya el relato desde el campo de Kalochori, sentado ya junto a varios niños refugiados que se han ido poniendo a mi alrededor... Me toca estar por ellos ahora. Os mando un abrazo!

(Todas las imágenes de este artículo pertenecen al campamento de Oreokastro)






FECHA: 12, 13 y 14 de julio de 2016 

Primera toma de contacto con los refugiados en Grecia: Diavata y Elpida Factory


Primera toma de contacto. Sensaciones enfrentadas. Por un lado muy contento de poder conocer todo esto, de poder colaborar de alguna manera, de ver de cerca otra realidad. Por el otro, entre sorprendido y decepcionado por los problemas organizativos... Diversos.
Ayer, Yago y yo nos unimos a un grupo de unos 20 voluntarios (casi todos españoles, somos mayoría) y fuimos a visitar el campo de refugiados de Diavata. Las puertas estaban abiertas de par en par, pese a la presencia de policías griegos. Nadie nos puso ningún problema para acceder.
Allí nos movimos con libertad, comprobando la distribución del campamento. Mezclándonos entre los propios refugiados, deseosos de que te sentases en sus tiendas a compartir con ellos unas copas de té o café. Lo hicimos con la familia de Roah, una niña siria de 7 años y sonrisa imperturbable. Traviesa como ella sola, vivía junto a sus otros tres hermanos, padre y madre. El hermano de la madre, que no hablaba inglés, consiguió explicarnos que su mujer y sus dos hijos están en Austria. Quiere reunirse con ellos.
También jugamos a fútbol con Braia, de 11 años, y su hermanito pequeño. Nos sentamos con su familia y otros voluntarios, de origen palestino (al hablar árabe se entienden mucho mejor con ellos), de la ONG Humanity Crew. Los refugiados no quieren estar allí pero lo llevan aparentemente bien, con paciencia y filosofía. Por lo que nos han dicho, la situación es mucho más peligrosa en otros campos, donde hay enfrentamientos constantes entre los propios refugiados. Navajazos incluidos.
Jugabámos con los críos y les enseñábamos a sumar en inglés, mientras sudábamos la gota gorda. Pudimos analizar la situación: sin escuela y con poco más que un par de piscinas hinchables y unas porterías para el entretenimiento de los niños.
Fue todo bien hasta que la supuesta jefa de proyecto del campo de refugiados decidió que no podíamos estar allí. Nos trataron de echar de malas formas y llamaron a la Policía griega, cuyo auto llegó derrapando como en las películas, y terminó el desalojo. Fue una situación extraña. Braia, siempre con su balón, y otros refugiados nos pedían que no nos marchásemos mientras gritaban en contra de la Policia. Con una reja entre medio tratábamos de hacerles entender que insultar a la policía no es la manera, es un error.
A la tarde fuimos a otro campo, Elpida Factory. Allí teníamos una reunión con la ONG Together For Better Days para conocerlos. Es un proyecto independiente y maravilloso, donde pretenden que el campo de refugiados se aleje de los campos militares tan faltos de humanidad. También hay mayoría de españoles voluntarios: más de 230.
Se trata de una antigua fábrica rehabilitada, de tres plantas, con habitaciones de entre 4 y 14 personas, buenas camas, nada de dormir en colchones en el suelo, muchos servicios con las medidas de higiene básicas, tres cocinas... Y una segunda planta a modo de centro social, llena de ordenadores y un espacio con sofás para las mujeres árabes.
Han construido una caseta enorme que hará las veces de escuela, junto a un parque con columpios y un campo deportivo de cemento. El proyecto es apasionante, pero va con retraso. Los refugiados no llegarán hasta dentro de una, dos o tres semanas. Por tanto, allí solo podemos hacer trabajos de limpieza y construcción por ahora, nada de trato con los refugiados.
Estamos pensando compatibilizar la visita a otros campos por las mañanas con la ayuda en Elpida por las tardes. Hay otro proyecto, Banana Team, consistente en alquilar un coche y repartir plátanos por los distintos campos, entre los refugiados, para poder entrar en contacto con ellos y explicarles bien como funciona el derecho de asilo en la Unión Europea... Es una de las opciones que gana puntos por el momento.

El día terminó a las seis de la mañana con una Fix (marca de cerveza griega) de medio litro en la bahía de Tesalónica, frente al mar. Grecia tiene cosas buenas: los kebabs cuestan solo 2,50€ y puedes comprar alcohol a cualquier hora de la noche... Seguimos!

FECHA: 10 de julio de 2016