Esta noche hará una semana que me despedí de Kalochori. Apenas hace cuatro días que volví a Barcelona. Es todo demasiado reciente. Pienso mucho en ellos. Hablo cada día con alguno de los voluntarios que siguen allí... Me cuentan que se han torcido las cosas. Han tenido problemas con los militares y les están poniendo restricciones para ayudar en el campamento. No pueden entrar, y si hacen la excepción es estrictamente para realizar una labor concreta. Luego, rápido para fuera. Contacto mínimo con la gente... Seguramente quieren evitar que se difunda la vergüenza de condiciones que tienen que sufrir los refugiados sirios.
Hoy me acuerdo especialmente de los buenos momentos en Kalochori. De los niños. Mateo, Lovan, Hammad, Silva y Lavin son protagonistas durante
mi último día allí. Montamos una buena fiesta. Y, pese a todas sus penurias, se mostraban felices. Han escapado a una guerra de mierda. Están vivos. Luchando por su libertad. Madurando a la fuerza.FECHA: 28 de julio de 2016
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