Vuelvo con tres camisetas y algunos kilos menos. Con un tajo de cuatro centímetros en el pie derecho. Cargado como una mula y cojeando. Habiendo dormido una hora escasa en un Vueling con turbulencias que salió con una hora de retraso. Sin poder pasar por el control tres botellines de Uozo. Asfixiado de pelearme con griegos --la chica del Rent a Car me quería cobrar un plus por una rayada mínima en el Astra Rojo de alquiler que nos ha llevado a Meteora y el Monte Olimpo; no pudo con mi cabezonería-. Complemente agotado. Vacío.
Pero lleno a la vez de un sinfín de experiencias irrepetibles. De emociones. De bienestar conmigo mismo. De amor para con los demás. Con la sensación de que algo he hecho por alguien, aunque seguramente no mucho. Con la sapiencia de que podría hacer mucho más, pero las circunstancias no son idóneas por ahora... No sé. Ahora mismo solo tengo ganas de dormir.
Me persigue esa extraña sensación de felicidad y tristeza al mismo tiempo. Y con ella doy por finiquitada esta aventura. Hay muchas cosas que se pueden hacer en los campos de refugiados de Grecia, así que si alguno/-a os animáis y creéis que puedo ayudaros en algo, no tenéis más que decirlo.
Desde que empecé mi serie de relatos, me he llevado la grata sorpresa de que me ha contactado mucha gente desconocida. Personas con ganas de ayudar, pero que no sabían cómo empezar. Me han escrito incluso desde Italia. Siempre es lo más difícil dar el primer paso. A mí también me costó, pero os aseguro que luego compensa.
Os mando un abrazo.
PD: próximamente iré subiendo más material que he recogido a lo largo del viaje.
FECHA: 25 de julio de 2016
FECHA: 25 de julio de 2016
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