sábado, 26 de noviembre de 2016

La crisis griega sube hasta el Olimpo

Y por fin llegamos al Olimpo. Después de subir 2.100 metros Hermes nos esperaba en la puerta. Nos recibió con el morro torcido antes de advertirnos que la situación de los Dioses griegos ya no es tan boyante como antaño. En el Olimpo había cola para dormir y, cómo llegamos por sorpresa, no sabían si iban a poder darnos una nube decente. Nos obligó a quitarnos las botas y nos ofreció sandalias aladas como las suyas. Para ellos equivalen a nuestras zapatillas de andar por casa.
Apolo vino a saludarnos antes de hacer que se pusiera el sol y Dioniso nos cantó el menú que había para cenar. Nos guiñó un ojo sin que Apolo lo viese, dándonos a entender que nos veríamos más tarde.
Queríamos darnos una ducha después de la caminata y cuando nos topamos con Poseidón nos quitó la idea de la cabeza. También el agua escasea en el Olimpo. Solo podíamos usarla para lavarnos las manos y usar los servicios. Ni siquiera nos ofrecieron agua para beber. Esto nos chocó porque en casi cualquier restaurante de Grecia te ponen agua potable para beber sin cobrarte nada y justo antes de subir al Olimpo pudimos llenar nuestras botellas de agua muy fresca. Sin embargo, una vez arriba te la cobran! No me imaginaba que el business también estuviese en boga entre los Dioses griegos.
Hades nos cogió por banda tras ver cómo fue nuestra conversación con su hermano y nos dijo que ni siquiera el infierno es lo que era. "Ahora... ¡toda Grecia se ha convertido en un verdadero infierno!", exclamó. "Y el barquero Caronte está en el paro", zanjó con tristeza.
El semblante de Atenea no era mucho más positivo. Estuvimos hablando sobre la guerra y los refugiados. Nos dijo resignada que en Grecia no estaban siendo bien recibidos. La gente no los quiere porque dice que ya tienen bastante con su penuria como para tener que compartir lo poco que les queda con sirios, afganos y otras etnias que huyen de la guerra. No estábamos de acuerdo. Debatimos. Y tiró de su habitual sabiduría: "Sea como sea, en Europa volverán a hacer lo que quieran con nosotros". Olía a resignación.
Afrodita no era tan bella como se contaba en los mitos y la diosa Hera, en cambio, parecía mucho más terca todavía de lo que habíamos leído previamente. Nos habló sobre la importancia del matrimonio y formar una familia. Yo le dije que me parecían imposiciones sociales y que cada cual haga lo que le dé la gana. Se alarmó cuando le hablé sobre la posibilidad de tener una relación abierta, libre e independiente. No lo entendía, pero yo insistí en que me parecía una buena forma de crear un vínculo de sinceridad real bajo el paraguas de unas pequeñas normas de convivencia. Yago la tranquilizó al asegurar que él ve las cosas de otra manera, pero insistió en la idea de que la sinceridad es lo más importante para crear un vínculo real.
Entonces nos topamos con Zeus, el Dios de Dioses del Olimpo. En presencia nuestra le dio toda la razón a su esposa Hera. En cuanto ella se marchó, dio rienda suelta a su otra versión. Nos detalló un sinfín de infidelidades --las recogidas en la mitología solo son una pequeña muestra-- y recalcó lo importante de no explicarlo: "Ella nunca lo entendería, pero yo no puedo remediarlo. Ojos que no ven, corazón que no siente". "¿Y no te supone una carga moral, no te sientes mal por engañar a alguien a quien quieres?", le inquirí. "No, es una mentira piadosa", sentenció antes de esfumarse.
A todo esto seguíamos sin nube y volvimos a cruzarnos con Dioniso. Yago y yo dábamos por sentado que tomaríamos unas copas de vino juntos y nos pegaríamos una buena fiestecilla. Me caí de culo en cuanto dijo que a las 10 de la noche se apagan todas las luces del Olimpo. "No nos dejan ni jugar a cartas", se lamentó. Nos ha jodío. Y yo que tenía pensado pasar todo el día en el Olimpo... Creo que mañana me voy a la playa.

FECHA: 24 de julio de 2016

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