Tengo resaca de sangría casera. Preparada con vino barato griego y fanta de limón. Macerada con manzana, melocotón y naranja. Aliñada con Uozo, un licor griego cuyo nombre nunca había escuchado y que tiene un sabor que te mueres a anís. Seguramente ese es el motivo de que siga tirado en la cama, acalorado. Entre reflexivo y nostálgico. Atontado. Acabo de tener una idea.
Resulta que ayer se torcieron los planes. Toda la parrafada que solté se hizo añicos. Decidí poner punto y final al proyecto en el Elpida Factory y centrarme en Kalochori. Ya por la tarde, después de haber montado varios suelos para las tiendas, estrenamos una cosa maravillosa en un campo de refugiados: una canasta de baloncesto.
Montamos un triangular de cinco contra cinco. Tres equipos compuestos de refugiados y voluntarios mezclados. Con las normas de la calle, del todo vale. Me lo pasé como un niño chico. Tanto, que cuando mis compañeros decidieron marcharse les pedí que no me esperasen. Quise seguir jugando con ellos. Tenía mono.
Se me ha ocurrido que sería bonito montar un 'taller' de Basket por las tardes. Enseñarles cuatro cosas básicas como botar, la mecánica de lanzamiento, hacer entradas... y echar un partidito al acabar. Necesitaré conos. Ni la canasta ni la pelota son la hostia, pero para ellos es un regalo caído del cielo.
Cortesía de Diane, que ayer me hizo una rotunda manifestación: "Me quedaré aquí hasta que se me acabe el dinero". A raíz de la llegada de un voluntario que se llama Pablo he aprovechado para ponerme en contacto con la ONG catalana Esport Solidari Internacional (ESI), buenos amigos, para animarles a que envíen material deportivo.
No me quedan muchos días por aquí. Pero sigo sorprendido por la cantidad de españoles y voluntarios en general que corren por las calles de Thessaloniki ayudando desinteresadamente. Una de las acciones más emocionantes la están llevando a cabo unos compañeros en Lagadikia. Pilar, Alfonso, Diana, Lucía, Itahisa, César, Laia, Paula e Inés educan y animan a un grupo de unos 25 adolescentes huérfanos que estaban dejados de la mano de dios en ese campamento.
Se necesita más ayuda. Ayer conocí a Teresa, miembro de una organización en el campamento de Sendos Karamanli. Nos vino a saludar mientras montábamos suelos en Kalochori. Me dijo que había escuchado como un grupo de voluntarios españoles independientes estaban ayudando en la construcción del campamento. Me pidió que pasásemos también por su campamento a echarles una mano.
Es curioso porque al principio nos echaban de los campos, o teníamos que saltar muros para entrar. Luego conseguimos que nos aceptasen en uno bajo el cumplimiento de normas y pese a la oposición inicial militar. Ahora nos vienen a buscar.
Llevamos una semana sin parar, y está siendo un placer compartir esta experiencia con personas tan de puta madre como Yago, Saulo, Víctor, Sergio (inmerso en la grabación de un documental que será fantástico), Irene, Julia, Joana, Céline, Athenea, las Marías, Urko, Juan, Guillermo, Marcel, Sandra, Giulia, Víctor francés, Walter, Louise, los otros compañeros antes citados, y tanta otra gente con la que hemos vivido, trabajado y sufrido.
Si tenéis ganas de ayudar, terminaréis siendo bien recibidos. Aquí y en cualquier otro punto del mapa mundi. No es sólo lo que vais a dar, sino todo lo que os vais a llevar.
FECHA:17 de julio de 2016
FECHA:17 de julio de 2016
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