martes, 6 de septiembre de 2016

Calor sofocante en Kalochori



Estamos casi a 40 grados. Anteayer, una mujer se desmayaba en el autobús. No paro de beber agua. Fría, muy fría, por favor. Saqueo los supermercados en busca de las botellas más heladas. Y, perdonad por lo explícito del asunto, pero no voy mucho al baño. Lo sudo todo. Hoy será diferente.
Me he independizado del grupo por un día. Me quedo solo con mi amigo Bukowski, que siempre tiene algo que contar. La horrible conexión de bus me ha hecho renunciar a Kalochori por hoy. Desde allí tengo como dos horas hasta el campamento de Elpida, donde esta tarde hacen la formación para la recepción de los refugiados que, supuestamente, llegan mañana. Algo me dice que no llegarán... Espero estar equivocado ya que, como os conté hace unos días, en la Factory tienen las mejores instalaciones.
Durante estos últimos dos días nos hemos asentado. Se acabó la búsqueda de nuevos proyectos para tratar de compatibilizar los dos en los que nos sentimos más necesarios.
Hemos construido muchos suelos para las tiendas de Kalochori, hemos cortado maderas, hemos arreglado las chapuzas de algunos refugiados, hemos hecho bancos con palés para la escuela. Lo que más me gusta de allí es el clima pacífico que se vive entre los refugiados, la mayoría venidos desde el gran Idomeni. Al ser un campo pequeño, donde viven 400 personas, es algo más fácil tenerlo controlado. Pero es increíble el trabajo que hacen Diane y Giulia.
Entre los refugiados hay un poco de todo. El hombre es el lobo del hombre. Cada uno mira por sí mismo. Forma parte de nuestra maleducada naturaleza. Que si me puedo alargar un poco más la tienda que el vecino, que si me llevo dos palés de más sin avisar a nadie, que si os quito las herramientas para seguir mejorando mi tienda mientras muchas otras aún no tienen suelo... Hay que estar al loro. No quieren quedarse allí, pero mientras no les quede más remedio, pelearán por ser los más cool del lugar.
En Elpida hemos hecho tareas de limpieza y hemos montado las camas para los refugiados que deberían llegar este domingo. Es una pasada pensar que tendrán sus propias habitaciones separadas por paredes de verdad, que tendrán camas de verdad y no colchones en tiendas de campaña. En cambio, lo que menos me gusta de allí es que se notan demasiado las jerarquías. Ello ha propiciado que algunos compañeros abandonen el proyecto. Al fin y al cabo, todos somos voluntarios. Mandes más o mandes menos, tienes que arremangarte.
Mientras tanto, el mundo sigue cada día un poco más loco. Los atentados de Niza, despreciables, no ayudan a que las fronteras europeas se abran para los refugiados de guerra. Y en Turquía hay intento de golpe de Estado. Al parecer, frustrado. Han bloqueado el acceso a las redes sociales del país. Las tropas militares griegas están en alerta.
Y yo... Me pregunto demasiadas cosas.
Llevo solo una semana aquí.
Todavía no tengo vuelo de vuelta.
¿Qué hago?

FECHA: 16 de julio de 2016

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