Spanoulis fue el timón de Olympiacos y los llevó a la victoria | Foto: estrelladigital.es |
Mal partido. Muy mal partido del FC Barcelona Regal, que volvió a pisar en falso precisamente en el momento más importante. Olympiacos dominó el partido de cabo a rabo, hasta el punto de que el conjunto azulgrana nunca logró ponerse por delante en el marcador.
La primera parte recordaba al partido anterior, entre CSKA y Panathinaikos. Inicio alicaido del favorito, mientras el rival ponía toda la carne en el asador. Lo único que podía consolar los intereses del Barça tras el mal juego del primer período, era que el CSKA había empezado igual de mal y finalmente había alcanzado la final.
Pese al dominio absoluto de los griegos, el Barça siempre permanecía cerca de su rival en el marcador y, por momentos, daba la sensación de que podría darle la vuelta al partido. Simplemente era cuestión de esperar a que llegase ese momento de lucidez, de brillo, de dar rienda suelta a la calidad que atesoran los hombres de Xavi Pascual. Pero la férrea defensa griega no dio pie. No se hizo realidad ese halo de esperanza. Lo cierto es que el Barça no mostró una ambición firme de ir a por el partido. No es que no lo intentase. Simplemente no podía. Tan sólo los sonados errores arbitrales a favor del conjunto catalán en el tramo final del choque mantenían la emoción.
La circulación de balón por parte del Barça era trabada. Navarro (18 puntos), que jugó con molestias, se convirtió en el centro absoluto de las miradas de sus compañeros. Todos los balones pasaban por él, y parecía que era el único capaz de generar juego. Al menos lo intentaba, ya que el base titular del equipo, Marcelinho Huertas, estuvo totalmente desaparecido. Todo lo contrario que el base de Olympiacos. Spanoulis dio una lección de baloncesto espectacular. Ni Sada (que fue de los pocos que estuvo medianamente a la altura), ni mucho menos Huertas (al que Spanoulis le hizo un traje a medida), fueron capaces de impedir que el griego hiciera y deshiciera a su antojo. Tanto a nivel anotador (máximo encestador del encuentro con 21 puntos), como a nivel director, dando un recital de asistencias a los pívots.
La circulación de balón por parte del Barça era trabada. Navarro (18 puntos), que jugó con molestias, se convirtió en el centro absoluto de las miradas de sus compañeros. Todos los balones pasaban por él, y parecía que era el único capaz de generar juego. Al menos lo intentaba, ya que el base titular del equipo, Marcelinho Huertas, estuvo totalmente desaparecido. Todo lo contrario que el base de Olympiacos. Spanoulis dio una lección de baloncesto espectacular. Ni Sada (que fue de los pocos que estuvo medianamente a la altura), ni mucho menos Huertas (al que Spanoulis le hizo un traje a medida), fueron capaces de impedir que el griego hiciera y deshiciera a su antojo. Tanto a nivel anotador (máximo encestador del encuentro con 21 puntos), como a nivel director, dando un recital de asistencias a los pívots.
Hablando de pívots. Los '4' del Barça fueron los únicos que acompañaron a Navarro en la intentona de conseguir la heroica. Erazem Lorbek y Fran Vázquez (que tuvo unos minutos sobresalientes durante el tercer cuarto) trataron de aportar la anotación y la fortaleza en los rebotes que necesitaba el equipo. También Ndong acompañó, pero estuvo muy errado en los lanzamientos de media distancia que tan bien se le daban últimamente. Sin lugar a dudas, el pívot más destacado fue del conjunto heleno. Dorsey se convirtió en amo y señor de la zona cogiendo una barbaridad de rebotes ofensivos y machando brutalmente la canasta azulgrana. Su papel fue especialmente brillante en los últimos y decisivos minutos finales.
Pero si hubo un fiasco mayúsculo en este partido, sin duda, lo contemplamos en el papel de los aleros azulgranas. Ni Eidson, ni Mickeal, ni Ingles, ni Rabaseda (que no jugó ni un minuto) aportaron absolutamente nada. Y cuando digo nada, es NADA. Entre los tres (no cuento a Rabaseda) anotaron 7 puntitos. En ningún caso transmitieron estar metidos en el partido. Tampoco CJ Wallace. Si bien, el ala-pívot americano rindió en la faceta reboteadora durante la primera mitad, perdonó una canasta infallable que cualquier otro hubiese machacado con furia para demostrar autoridad. Y es que, en partidos de este calibre, el que perdona lo paga.
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