Entre el amor y el odio. Violencia, 'Gore', locura... Una pesadilla con encanto. Un sueño entrañable, pero asqueroso. Una paranoya con destellos de genialidad. He aquí parte de la inspiración de una película cuanto menos impactante:
Balada triste de trompeta (2010) es una historia de payasos y de guerra. Dos aspectos tan a primera vista contradictorios son entreligados con cuestionable éxito en la que, sin duda, se puede considerar la nueva versión de El día de la bestia. La actual no tiene nada que ver, en la trama, con su predecesora. Simplemente siguen una estructura muy similar en cuanto al desarrollo de dos historias que van acumulando excesos a medida que avanzan. Con un argumento que no es realmente importante y que sirve para dar rienda suelta a la imaginación visual del director y guionista de la película, Álex de la Iglesia, que es lo más espectacular de esta obra con diferencia.
Un filme que empieza con Santiago Segura disfrazado de "payaso tonto", participando en una batalla entre Republicanos y Franquistas con un machete y convirtiéndose en el soldado más peligroso del batallón del bando republicano ya indica que se avecina algo muy inusual. Pero promete. Repasemos. Santiago Segura vestido de payaso. Ya tiene de por sí un punto doblemente gracioso, el que implica Segura y el que implican los payasos. Si encima lleva un machete, ni qué decir... Pero que además se convierta en el típico soldado imposible de batir que va avanzando a golpes de sable entre las tropas franquistas hasta llegar a la cabeza visible del batallón rival, ya roza lo surrealista. ¡Es Santiago Segura, no Vigo Mortensen!
Santiago Segura disfrazado de "payaso tonto", a punto de entrar en combate |
A partir de ahí comienza la verdadera película. La guerra queda en un segundo plano, simplemente para contextualizar la época en la que nos encontramos. Y a través de una historia de amor que se plasma en la lucha de dos hombres (el bonachón y feote, el violento y buen amante) por una hermosa mujer, la locura más descabellada empieza a apoderarse de los personajes de la película, y especialmente de su protagonista (el bonachón, el "payaso triste", interpretado por Carlos Areces).
Las decisiones más estúpidas, imprevisibles o, simple y llanamente, desconcertantes se entremezclan con escenas 'Gore' de gran calidad, y con detalles técnicos de genio (destacan la fotografía y un excepcional maquillaje), dando un aire "Noir" o semigótico a la ambientación que, realmente, está muy bien logrado. Entre otras virtudes cabe destacar como Álex de la Igledia utiliza la ficción para hacer cosas que le hubiese gustado poder llevar a cabo en su día, como pegar un mordisco al mismísimo Franco (en una cacería que recuerda a la emblemática Los santos inocentes), o toparse con miembros de ETA tras el asesinato de Carrero Blanco y preguntarles "¿Y vosotros de qué circo sois?". También son extremadamente acertadas las bandas sonoras. Clásicas. Míticas. Algo de ello se puede intuir echando un vistazo al trailer:
Parte de la crítica resume la película de forma magristral:
- Carlos Boyero, 'El País': "Es una película de rareza atractiva, tan hipnótica como inclasificable".
- Quim Casas, 'El Periódico': "Un filme descarnado y crudo, bárbaro, que hace de la desmesura su razón de ser. (...) histriónico e inquietante a partes iguales".
- M. Torreiro, 'Fotogramas': "Lo mejor de este film que igual se puede amar que odiar: que jamás esconde nada, que va a saco (...) el film, no apto para espíritus delicados, muestra algunas de las más brillantes imágenes de todo el cine español contemporáneo".
En conlusión, una película que no comprendes del todo, que te desconcierta, que tiene detalles que crees que son innecesarios y que no compartes... pero que quieres acabar de ver. Te hace querer llegar hasta el final sin saber qué pasará. Y, mientras llegas, por momentos, disfrutas.
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