miércoles, 29 de febrero de 2012

Carnavales a ritmo de sur

Una visita fugaz pero intensa por los carnavales posiblemente más famosos de la Península Ibérica... los de Cádiz

Una comparsa gaditana
Breve, pero intenso. Así es como podríamos definir el periplo vivido durante cuatro días y tres noches en la província andaluza de Cádiz. En plena época de carnaval, un grupo de colegas nos decidimos a embarcarnos en una aventura que nos llevó a visitar las ciudades de San Fernando, Cádiz y Jerez de la Frontera, y que acabó reuniendo a dos catalanes, dos vitorianos, dos malagueños y un burgalés. 

La historia empezó a horas intempestivas. Un avión nos esperaba a las 6 de la mañana en el aeropuerto de El Prat, en plena noche de carnaval. Fue inevitable aprovechar para festejar la noche con los nuestros, en Castelldefels, antes de partir hacia la costa gaditana. Con aproximadamente 40 horas sin a penas dormir (salvo alguna leve cabezadita entre avión y tren), y tras pasar por Sevilla y colarnos en el tren de las 11 para ahorrarnos una mañana interminable, nos plantábamos en el pueblo de Camarón de la Isla (San Fernando) sobre las 12:30 horas del domingo 19 de febrero. 

Allí nos recogería Jon, compañero vitoriano de fechorías, ahora residente en Cádiz. Un tío muy hippie de aspecto, con sus rastas, su enorme furgoneta Volkswagen y su buen rollo de serie (además de otros aspectos que ahora no vienen al caso). Fuimos directos a su casa, frente a una pequeña y preciosa plaza de San Fernando, al ladito de la antigua casa de Camarón y muy cerca, también, de la peña en homenaje al popular cantaor flamenco. Qué gustito daba aquél sol sureño. 

Sangre hontoriana en los carnavales de Cádiz
Después de reencontranos con Leire (la pareja de Jon, también de Vitoria) y con Edu (gran colega de Aranda de Duero, al que conozco gracias al pueblo - Hontoria de Valdearados - donde veraneamos desde niños Edu, Jon y yo), nos pusimos en marcha, camino a la capital de provincia, en pleno mediodía. El termómetro, a 20 grados.

Ya he hablado de casi todos, excepto de mi compañera de viaje, Carlota. Expareja de un buen amigo, y convertida en buena amiga. Fiestera empedernida. Tuvo la misión de aguantarme. En teoría, el viaje estaba planificado para tres. Pero David nos abandonó justo cuando cogíamos el taxi destino al aeropuerto. Un problemón de última hora que no viene a cuento, le privó de la aventura. Sabes que te tuvimos presente.  

El tren volvería a ser nuestro medio de transporte durante esos días. Cádiz daba gusto. Las plazas y las estrechas calles de la capital provincial estaban a rebosar de gente y desprendían olor a pescaíto frito. No tardamos en conseguir unas raciones de chocos, cazón en adobo y tortilla de camarones. Manjares que se tornaron nuestra principal fuente de alimentación hasta que la visita tuvo que darse por finiquitada.

Naranjito y dos gángsters, en la Catedral de Cádiz
La plaza de la Catedral, el mercado de las flores y las vistas al mar contribuyeron a hacernos olvidar el desgaste que llevábamos encima. Pero, lo cierto es que el carnaval gaditano me decepcionó ligeramente. Fue menos espectacular de lo que me esperaba. Mucha gente en las calles, pero muy poca disfrazada. Disfraces digamos... llamativos, más bien escasos. Así como las carrozas.

Con nuevos disfraces por las calles gaditanas
Sin embargo, tras dos días callejeando y disfrutando de los carnavales de Cádiz, acabé por comprender que son únicos. No por sus disfraces. No por su espectacularidad. La clave es el ambiente que se crea. Allí, el carnaval se basa en la risa, y su esencia son las comparsas y las chirigotas. Tras horas de recorrer las calles de Cádiz, y después de haber descansado y haber tenido un tiempecito de reflexión, llegué a esa conclusión. Los carnavales de Cádiz son de movimiento constante. No paras de caminar. Y, allá por donde pasas, te encuentras una comparsa. A cada vuelta de esquina, puedes toparte con una chirigota cantando. Esa es la singularidad, el encanto, el mérito de los gaditanos. Es un Carnaval diferente al que yo conocía hasta ahora. La gracia no está en el disfraz, no está en la originalidad de tu atuendo elegido para la ocasión. Allí triunfa el grupo más gracioso, el que compone las letras más divertidas, el que canta con una mayor expresividad (y a fe mía que todos los que vi, echaban todo su arte andaluz en el asador para divertir a los muchos espectadores que se congregaban a su alrededor).



Después de pasear por curiosos escenarios de San Fernando y de comer en restaurantes tan acogedores como peculiares (en La Taberna del Titi, tan a pie de mar que uno de sus laterales estaba literalmente metido en el agua, nos enteramos de que no servían cafés ni copas después de la comida, porque si no, los clientes "se lian hasta las siete de la tarde y no nos podemos ir pa casa"), aprovechamos para descubrir las bellas playas de Caños de Meca. Allí vimos una preciosa puesta de sol. Al tiempo que se ponía el día, se iba apagando la luz de nuestra aventura. 

Esperando para comer en La Taberna del Titi, San Fernando
La última noche no la pasaríamos en Cádiz de carnaval, sino en San Fernando descansando. Me leo, y no me lo creo. Pero así fue. Al día siguiente teníamos que ir hasta Jerez, para coger el avión de vuelta.

Jerez de la Frontera, la "otra capital". De hecho, para muchos es la ciudad más importante de la provincia. Mejor comunicada, más grande y, teóricamente, con mayor poder adquisitivo. Vamos, que a los jerezanos les da rabia que Cádiz sea la capital.

Esperando una cañita en una plazoleta escondida de Jerez

De camino a Jerez, pudimos conocer un poco más de la denominada "parsimonia típica andaluza". Íbamos hacia la estación de San Fernando, con el tiempo justo para coger el tren, y no estábamos del todo ubicados. Pregunté a un caballero que se cruzó en nuestro camino:

- Disculpe, ¿hasta la estación de tren, cuanto hay?
- ¿A l'astasió andando? Uffffffff... A vé... Tenéi un buen rato eh...
- Sí? Vamos a la estación de Bahia Sur, no a la del Centro. 
- Ah güeno... a la de Bahía Suu... Tambié os queda un poquito leho... Mira, tenéi q'i hasta essa rotonda, girá a la ihquierda, y tó recto! Ya la veréi...
- Tampoco parece tan lejos... ¿Qué habrá, unos diez minutillos?
- Hombre... A passo liherito, liherito, iguar sí... 10-15 minuto... Pero amo, si o lo tomai con carmita, vai xarlando y esso... ponle uno 20 minutico. 
- Muy bien, muchas gracias.

En cinco minutos estábamos en la estación. Cinco minutos o incluso menos. Sin exagerar. De hecho, parecía que el tipo nos quería convencer de que fuésemos lo más tranquilos que pudiésemos para tardar más. Perdimos el tren igualmente, pero nos echamos unas risas a su salud al tiempo que me permitía el lujo de pegarme un almuerzo a lo grande: un buen salmorejo andaluz acompañado de jamón ibérico. 


La famosa mezquita de Jerez de la Frontera
Ya en Jerez, aprovechamos para pasear por sus concurridas pero agradables calles. Descubrimos la Catedral, la Mezquita, los naranjos que la rodean y enriquecen, el mercado (donde ofrecían camarones dando saltos y los sabrosos chicharrones, de cerdo) y algunas plazas; de nuevo acompañados por un espléndido sol. Comeríamos allí nuestra última ración de pescaíto frito, y volveríamos a Barcelona.

Movido por la curiosidad y todavía reflexivo sobre los carnavales vividos, acabé hablando con el dueño de un restaurante de la Plaza del Arenal. Un catalán que lleva viviendo en Jerez toda la vida, y que nos contó, en un singular catalán con marcado acento andaluz, que "en Tenerife y Palma todo el mundo vive para los Carnavales. Durante todo el año. En Cádiz no. Aquí hay algunos que viven para los carnavales, pero no son la mayoría, como allí". Sin duda, se refería a los componentes de las comparsas y las chirigotas, que son los que viven autenticamente el carnaval gaditano.

Estrellados en la Plaza de San Antonio, Cádiz
Como he dicho al principio, un viaje fugaz. Pero dio de sí. Por ejemplo, aprendimos por qué Camarón es "de la isla". Y es que tanto San Fernando como Cádiz son practicamente islas, que están unidas a Andalucía gracias a los puentes que las mantienen directamente comunicadas por tierra. Si vas a Cádiz en tren o en coche, el mar te queda a ambos lados. Lo que no nos acabó de quedar claro es la diferencia entre comparsa y chirigota. En teoría la comparsa es más seria, más elaborada y quizá más numerosa. La chirigota busca más la risa, es más irónica y sus disfraces más graciosos. Pero, la verdad, la esencia es la misma. Unas y otras venden sus propios discos, van disfrazadas, cantan en coro y, sobre todo, le echan morro y hacen reir. Aunque con ese "assento anadalú"... cualquiera!

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